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¿Quién eres?

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¿Quién eres?

Solo quien eres ¿Cómo te identificas? ¿Cómo completar esta oración? «Yo soy ……»

Podrías responderlo en términos de tu familia y dar tu nombre y apellido. Podrías responder en función de lo que haces y nombrar tu profesión. Hay muchas formas en las que nos identificamos y estas, en parte, determinan cómo respondemos a la pregunta sobre quienes somos y nuestra identidad. Podemos hablar en términos de género, familia, raza, cultura, religión, edad, apariencia, habilidades, logros, ascendencia familiar, personalidad, posesiones, lo que hacemos, dónde vivimos, las relaciones que tenemos e incluso a quién conocemos.

Algunas de estas respuestas son desde una perspectiva psicológica, mientras que otras son de naturaleza más bien sociológica. Todos esas respuestas son solo una parte de nuestra identidad. Sin embargo, no nos proporcionan la base definitiva de quiénes somos.

¿Qué nos dice la Palabra de Dios sobre nuestra identidad?

La Biblia nos dice que “Dios creó al ser humano a su imagen; lo creó a imagen de Dios. Hombre y mujer los creó” (Génesis 1:27). Al ser humano se le da la identidad de haber sido hecho a imagen de Dios. El salmista también habla de esto desde la perspectiva de la obra de la creación de Dios: “Tú creaste mis entrañas; me formaste en el vientre de mi madre. ¡Te alabo porque soy una creación admirable! ¡Tus obras son maravillosas, y esto lo sé muy bien! Mis huesos no te fueron desconocidos cuando en lo más recóndito era yo formado, cuando en lo más profundo de la tierra era yo entretejido. Tus ojos vieron mi cuerpo en gestación: todo estaba ya escrito en tu libro; todos mis días se estaban diseñando, aunque no existía uno solo de ellos. ¡Cuán preciosos, oh Dios, me son tus pensamientos! ¡Cuán inmensa es la suma de ellos! Si me propusiera contarlos, sumarían más que los granos de arena. Y, si terminara de hacerlo, aún estaría a tu lado.” (Salmo 139: 13-18).

Debemos entendernos a nosotros mismos como hechos y creados personalmente por Dios.

La Biblia nos enseña que nuestra verdadera identidad también se encuentra en relación con Jesucristo. Nuestra identidad no está determinada por el «punto de vista humano» (2 Corintios 5:16). Para el creyente en Cristo hay otra realidad que determina nuestra identidad. A través de la fe en Cristo, somos una nueva creación (2 Corintios 5:17). En Cristo hemos sido “facultados para participar de la herencia de los santos en el reino de la luz. Él nos libró del dominio de la oscuridad y nos trasladó al reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención, el perdón de pecados«(Colosenses 1: 12-14). En Cristo tenemos una identidad que nos lleva a la plenitud, una identidad completa, no le falta nada. No hay necesidad de buscar otra fuente para nuestra identidad.

Como personas, tenemos la necesidad de pertenecer a algo. Fuimos creados para pertenecer. Es prioridad pertenecer a quien nos creó. A Dios. Pedro extiende esto definiéndolos como “ustedes son linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo que pertenece a Dios, para que proclamen las obras maravillosas de aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable. Ustedes antes ni siquiera eran pueblo, pero ahora son pueblo de Dios; antes no habían recibido misericordia, pero ahora ya la han recibido.”(1 Pedro 2: 9-10).

La identidad que Pedro establece para los primeros lectores de su carta es también la identidad de todos los creyentes en Cristo hoy. Como creyente en Cristo, eres un elegido, un real sacerdote, una pertenencia especial de Dios. El significado de tal identidad es el fortalecimiento de la vida. Habiendo llegado a esta identidad a través del regalo de un nuevo nacimiento. En esta identidad hay protección para el creyente que está protegido por el poder mismo de Dios «a quienes el poder de Dios protege mediante la fe hasta que llegue la salvación que se ha de revelar en los últimos tiempos.» (1 Pedro 1: 5).

Tal identidad hace que el creyente brote de alegría, incluso mientras atraviesa el dolor y todo tipo de pruebas (1 Pedro 1:6). Juan, escribiendo a los creyentes en su carta, les dice: “¡Fíjense qué gran amor nos ha dado el Padre, que se nos llame hijos de Dios! ¡Y lo somos!” (1 Juan 3:1). Ser definido como un hijo de Dios es tener la identidad para la cual fuimos creados.

Querido hermano, querida hermana, cuando nos pregunten ¿Quién eres?, podamos responder con propiedad «Yo soy …HIJO/A DE DIOS”. Esta es una identidad que le da sentido, significado y propósito a tu vida.

 

Un abrazo fraterno

Vuestro Pastor Miguel Ángel Núñez

 

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